La voz de Luscinda

Una vez dentro de la posada Dorotea, conmovida por el dolor de la mujer, se acercó a ella, le habló con ternura y le ofreció su ayuda, pero la mujer guardó silencio. El que daba las órdenes le dijo que no desperdiciara su tiempo con esa malagradecida. A lo que finalmente la mujer respondió, que él era el mentiroso y responsable de su desventura y continúo gritando. Cardenio escuchó esta voz y la sintió tan familiar que salió a ver a la mujer, a quien en medio de su discurso sobresaltado se le cayó el pañuelo que cubría su rostro. Como el caballero que la tenía por la espalda no la soltaba, Dorotea alzó la mirada y vio que se trataba de Fernando, entonces se desmayó sin que antes él también la reconociera.

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Una vez dentro de la posada Dorotea, conmovida por el dolor de la mujer, se acercó a ella, le habló con ternura y le ofreció su ayuda, pero la mujer guardó silencio. El que daba las órdenes le dijo que no desperdiciara su tiempo con esa malagradecida. A lo que finalmente la mujer respondió, que él era el mentiroso y responsable de su desventura y continúo gritando. Cardenio escuchó esta voz y la sintió tan familiar que salió a ver a la mujer, a quien en medio de su discurso sobresaltado se le cayó el pañuelo que cubría su rostro. Como el caballero que la tenía por la espalda no la soltaba, Dorotea alzó la mirada y vio que se trataba de Fernando, entonces se desmayó sin que antes él también la reconociera.

Una vez dentro de la posada Dorotea, conmovida por el dolor de la mujer, se acercó a ella, le habló con ternura y le ofreció su ayuda, pero la mujer guardó silencio. El que daba las órdenes le dijo que no desperdiciara su tiempo con esa malagradecida. A lo que finalmente la mujer respondió, que él era el mentiroso y responsable de su desventura y continúo gritando. Cardenio escuchó esta voz y la sintió tan familiar que salió a ver a la mujer, a quien en medio de su discurso sobresaltado se le cayó el pañuelo que cubría su rostro. Como el caballero que la tenía por la espalda no la soltaba, Dorotea alzó la mirada y vio que se trataba de Fernando, entonces se desmayó sin que antes él también la reconociera.

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Una vez dentro de la posada Dorotea, conmovida por el dolor de la mujer, se acercó a ella, le habló con ternura y le ofreció su ayuda, pero la mujer guardó silencio. El que daba las órdenes le dijo que no desperdiciara su tiempo con esa malagradecida. A lo que finalmente la mujer respondió, que él era el mentiroso y responsable de su desventura y continúo gritando. Cardenio escuchó esta voz y la sintió tan familiar que salió a ver a la mujer, a quien en medio de su discurso sobresaltado se le cayó el pañuelo que cubría su rostro. Como el caballero que la tenía por la espalda no la soltaba, Dorotea alzó la mirada y vio que se trataba de Fernando, entonces se desmayó sin que antes él también la reconociera.

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