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Un par de arrieros fueron a darle de beber a sus yeguas a la caballeriza y ‘Don Quijote’ confundiéndolos con amenazantes y ‘atrevidos caballeros’, se encomendó a su señora Dulcinea para esta primera batalla y los golpeó con su lanza defendiendo sus armas. Los arrieros enfadados le lanzaron piedras y hubo tanto alboroto que salieron todos los que en la posada se encontraban. Tanto fue el escándalo, que llegó el dueño de la posada, advirtiéndole a todos que lo dejarán tranquilo, que ese hombre estaba loco. Hizo que los castigaba como era debido, por faltarle al respeto a tan distinguido caballero.
Ocho días más le tomó pensar en su propio nombre hasta que finalmente escogió ‘Don Quijote de la Mancha’, que a su parecer hacía honor a su linaje y patria. También porque se inspiró en su libro favorito ‘El Amadís de Gaula’.
Tuvo suerte de que por allí pasaba un labrador amigo suyo ‘Pedro’, que iba a llevar trigo a un lugar cercano, escuchó todos sus versos y lamentos y se acercó a ayudarle. Le quito la armadura para ver si tenía alguna herida grave, pero no había ninguna señal. Con un poco de trabajo logro acomodarlo sobre su asno. Recogió las armas, las puso sobre Rocinante y fijó el rumbo de regreso al pueblo. Por el camino, el labrador iba muy pensativo, escuchando todos los disparates que ‘Don Quijote’ decía.
Y arrojando la lanza al suelo, el hidalgo sacó su espada y arremetió al vizcaíno con determinación de quitarle la vida. El vizcaíno, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada, y, por hallarse junto al coche, pudo de allí sacar una almohada que le sirvió de escudo, y luego se fueron el uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos. Las señoras del coche, fueron hasta donde estaba don Quijote y le rogaron que perdonara a su escudero. Finalmente se terminó la lucha y ‘Don Quijote’ y Sancho se fueron por el bosque.
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