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A lo lejos vieron un coche que se acercaba, escoltado por 3 o 4 hombres a caballo, 2 llevaban hábitos -era una mujer transportándose hacia Sevilla- pero a ‘Don Quijote’ le pareció que eran encantadores que llevaban a una princesa cautiva, por lo que atravesandose en el camino dijo: -”Gente endiablada, liberen a la princesa que llevan o les daré castigo por sus malas obras”. Ellos, respondieron que no llevaban a nadie cautivo pero don Quijote no les creyó nada y se lanzó contra uno de ellos.
Ya entrada la noche volvieron a parar a descansar y mientras Sancho recogía las cosas, le llegó el olor de la carne de cordero siendo cocinada en un caldero. Eran unos pastores que estaban cerca y que, al verlos, tendieron por el suelo su piel de oveja, acomodaron la rústica mesa e invitaron a Sancho y a ‘Don Quijote’ a acompañarlos. Y así cenaron juntos, el hidalgo hablando en su extraño lenguaje, los pastores embobados escuchándole y Sancho bebiendo constantemente del recipiente con vino. Pronto se unió un joven, ‘Pedro’ que llegó desde la aldea cercana, a contarles la historia de un hombre que murió de amor y pidió ser enterrado donde vió por primera vez a la mujer de su vida: Marcela la pastora. ‘Don Quijote’ intrigado, le pidió a Pedro que le contara la historia.
Y arrojando la lanza al suelo, el hidalgo sacó su espada y arremetió al vizcaíno con determinación de quitarle la vida. El vizcaíno, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada, y, por hallarse junto al coche, pudo de allí sacar una almohada que le sirvió de escudo, y luego se fueron el uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos. Las señoras del coche, fueron hasta donde estaba don Quijote y le rogaron que perdonara a su escudero. Finalmente se terminó la lucha y ‘Don Quijote’ y Sancho se fueron por el bosque.
Mientras tanto en la hacienda, el cura ‘Pero’ y el barbero ‘Nicolás’ -grandes amigos de nuestro caballero- escuchaban al ama de llaves y la sobrina quejarse de su desventura. -”Estos malditos libros de caballería, le estan robando el juicio, deberíamos quemarlos para que no causen más estragos” Cuando llegó ‘Don Quijote’, no quiso responder ninguna pregunta, sólo cenó y se fue a dormir. Dormido el caballero, continuaron con su plan de armar la hoguera. El ama de llaves hasta lanzó los libros por la ventana, pues eran muchos, para llevarlos cargando. El cura y el barbero, lograron salvar algunas joyas como ‘El Amadís de Gaula’, ‘Tirante el Blanco’ y ‘Galatea’.
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