Cardenio y Luscinda – III

Mientras esperaban, el barbero y el cura escucharon a un hombre culto con hermosa voz cantar varios sonetos de pena y desamor que terminaban en lamentos. Enseguida supieron que se trataba de Cardenio, quien estaba sin locura.

El cura intentó persuadirlo para que dejara esa triste vida y Cardenio le agradeció contando de nuevo su historia, continuando desde la carta en la que Luscinda le pedía prestado el Amadís de Gaula. Él quería responderle pidiendo su mano, pero sabía que hasta no terminar su misión con el Duque no era posible el matrimonio.

Así que le abrió su corazón a Fernando y éste, como hijo del Duque, se ofreció a convencer al padre de Cardenio para dejarlo casarse con Luscinda.

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Mientras esperaban, el barbero y el cura escucharon a un hombre culto con hermosa voz cantar varios sonetos de pena y desamor que terminaban en lamentos. Enseguida supieron que se trataba de Cardenio, quien estaba sin locura.

El cura intentó persuadirlo para que dejara esa triste vida y Cardenio le agradeció contando de nuevo su historia, continuando desde la carta en la que Luscinda le pedía prestado el Amadís de Gaula. Él quería responderle pidiendo su mano, pero sabía que hasta no terminar su misión con el Duque no era posible el matrimonio.

Así que le abrió su corazón a Fernando y éste, como hijo del Duque, se ofreció a convencer al padre de Cardenio para dejarlo casarse con Luscinda.

Mientras esperaban, el barbero y el cura escucharon a un hombre culto con hermosa voz cantar varios sonetos de pena y desamor que terminaban en lamentos. Enseguida supieron que se trataba de Cardenio, quien estaba sin locura.

El cura intentó persuadirlo para que dejara esa triste vida y Cardenio le agradeció contando de nuevo su historia, continuando desde la carta en la que Luscinda le pedía prestado el Amadís de Gaula. Él quería responderle pidiendo su mano, pero sabía que hasta no terminar su misión con el Duque no era posible el matrimonio.

Así que le abrió su corazón a Fernando y éste, como hijo del Duque, se ofreció a convencer al padre de Cardenio para dejarlo casarse con Luscinda.

Mientras esperaban, el barbero y el cura escucharon a un hombre culto con hermosa voz cantar varios sonetos de pena y desamor que terminaban en lamentos. Enseguida supieron que se trataba de Cardenio, quien estaba sin locura.

El cura intentó persuadirlo para que dejara esa triste vida y Cardenio le agradeció contando de nuevo su historia, continuando desde la carta en la que Luscinda le pedía prestado el Amadís de Gaula. Él quería responderle pidiendo su mano, pero sabía que hasta no terminar su misión con el Duque no era posible el matrimonio.

Así que le abrió su corazón a Fernando y éste, como hijo del Duque, se ofreció a convencer al padre de Cardenio para dejarlo casarse con Luscinda.

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Mientras esperaban, el barbero y el cura escucharon a un hombre culto con hermosa voz cantar varios sonetos de pena y desamor que terminaban en lamentos. Enseguida supieron que se trataba de Cardenio, quien estaba sin locura.

El cura intentó persuadirlo para que dejara esa triste vida y Cardenio le agradeció contando de nuevo su historia, continuando desde la carta en la que Luscinda le pedía prestado el Amadís de Gaula. Él quería responderle pidiendo su mano, pero sabía que hasta no terminar su misión con el Duque no era posible el matrimonio.

Así que le abrió su corazón a Fernando y éste, como hijo del Duque, se ofreció a convencer al padre de Cardenio para dejarlo casarse con Luscinda.

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