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A lo lejos vieron un coche que se acercaba, escoltado por 3 o 4 hombres a caballo, 2 llevaban hábitos -era una mujer transportándose hacia Sevilla- pero a ‘Don Quijote’ le pareció que eran encantadores que llevaban a una princesa cautiva, por lo que atravesandose en el camino dijo:
-”Gente endiablada, liberen a la princesa que llevan o les daré castigo por sus malas obras”.
Ellos, respondieron que no llevaban a nadie cautivo pero don Quijote no les creyó nada y se lanzó contra uno de ellos.
”Válgame dios!”, Sancho salió corriendo a ayudarlo, lo levantó como pudo y lo pusó sobre Rocinante.
‘Don Quijote’ pensaba que había sido otro truco de ‘Frestón’ que había convertido a los gigantes en molinos para quitarle la gloria de su vencimiento.
Pasaron la noche a cielo abierto y nuestro hidalgo pensaba en su querida Dulcinea, mientras Sancho dormía plácidamente.
Al día siguiente continuaron su camino.
Andaron tanto, que estuvieron seguros que no podrían encontrarlos.
Por el camino iban conversando sobre los reinos a conquistar y la isla prometida.
De repente, se hallaron en el campo de Montiel y allí 30 o 40 molinos de viento, que a ‘Don Quijote’ le parecían gigantes, con quiénes batallar. Sancho le insistió que sólo eran molinos de viento, pero Don Quijote diciéndole:
-”Si tienes miedo, quítate de ahí y ponte en oración, mientras yo entro con ellos en fiera y desigual batalla.”, se encomendó de corazón a su señora Dulcinea y arremetió a todo galope, le dio una lanzada al aspa y el viento la hizo girar, con tanta furia que levantó al caballo y al caballero que salieron volando por el campo.
Quince días estuvo don Quijote en casa, sin ánimo para salir, sobre sus libros le dijeron que habían sido robados por un sabio encantador que se llamaba ‘Freston’, todos le persuadieron para que no se fuera de nuevo.
Él, por su parte pensaba que más bien necesitaba un compañero, así que pidió que le llamarán a un labrador que vivía cerca, ‘Sancho Panza’ era su nombre.
‘Don Quijote’ conversó con él largo rato, le prometió dinero y una isla de la que sería Gobernador.
Finalmente lo convenció y Sancho aceptó ser su escudero. Y así, una noche, sin que nadie los viera, ambos salieron sin despedirse.
Mientras tanto en la hacienda, el cura ‘Pero’ y el barbero ‘Nicolás’ -grandes amigos de nuestro caballero- escuchaban al ama de llaves y la sobrina quejarse de su desventura.
-”Estos malditos libros de caballería, le estan robando el juicio, deberíamos quemarlos para que no causen más estragos”
Cuando llegó ‘Don Quijote’, no quiso responder ninguna pregunta, sólo cenó y se fue a dormir.
Dormido el caballero, continuaron con su plan de armar la hoguera. El ama de llaves hasta lanzó los libros por la ventana, pues eran muchos, para llevarlos cargando.
El cura y el barbero, lograron salvar algunas joyas como ‘El Amadís de Gaula’, ‘Tirante el Blanco’ y ‘Galatea’.
Tuvo suerte de que por allí pasaba un labrador amigo suyo ‘Pedro’, que iba a llevar trigo a un lugar cercano, escuchó todos sus versos y lamentos y se acercó a ayudarle.
Le quito la armadura para ver si tenía alguna herida grave, pero no había ninguna señal. Con un poco de trabajo logro acomodarlo sobre su asno. Recogió las armas, las puso sobre Rocinante y fijó el rumbo de regreso al pueblo.
Por el camino, el labrador iba muy pensativo, escuchando todos los disparates que ‘Don Quijote’ decía.
Don Quijote herido
Desde el suelo don Quijote gritaba:
-”No huyan cobardes”
Y otro mercader de los que ahí se encontraba, muy mal intencionado, se acercó al hidalgo, le quitó la lanza, la hizo pedazos, tomó uno de los palos y golpeó a nuestro caballero andante por un largo rato.
Apaleado ‘Don Quijote’, cuando al fín estuvo sólo, intentó levantarse pero no pudo.
Así que se dedicó a decir versos a su amada Dulcinea.
Luego de avanzar, pensando y hablándole a su amada sobre ese primer acto de salvación al muchacho ‘Andrés’, nuestro caballero se cruzó con unos mercaderes de seda y con tono arrogante les dijo:
-”Confiese todo el mundo que no hay doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.”
Uno de ellos, en tono burlón insinuó que aunque su doncella fuera tuerta y jorobada le daría la razón.
-”Calla infame”, respondió don Quijote lleno de cólera y se preparó para atacar con su lanza. Estaba tan furioso y enojado que en el camino al ataque Rocinante tropezó y ambos cayeron al suelo.
Primera lección de justicia
Salió esa mañana, tan gallardo, con su pecho lleno de orgullo por sentirse, al fin, un verdadero caballero andante. Iba camino a su pueblo.
Escucho una voz que se quejaba y al acercarse, se dió cuenta que era un muchacho ‘Andrés’ de unos 15 años, amarrado a un árbol, que estaba siendo castigado. ‘Don Quijote’ le dijo al labrador que lo estaba azotando:
-”Descortés caballero, mal está hacer esto a quien no puede defenderse” y lo invitó a tomar su lanza y a medirse en batalla. Luego de una conversación, el labrador desató al muchacho y ‘Don Quijote’ le hizo jurar que le pagaría lo que era justo por su trabajo. Por que de no ser así lo encontraría para castigarlo.
Sin perder más tiempo y para que hidalgo se fuera pronto, el propietario, le pidió a ‘Don Quijote’ ponerse de rodillas para ordenarlo caballero.
Y así inició la ceremonia -conteniendo la risa-, los acompañaban las dos doncellas: ‘Tolosa’ y ‘la Molinera’ y un joven que sostenía una vela encendida; el propietario tomó su libro de cuentas y fingiendo que mencionaba una devota oración entre dientes, alzó la mano con la espada y lo armó caballero.
Muy contento don Quijote dejó la posada y sobre su caballo, partió en busca de sus aventuras soñadas.