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Don Quijote’ había sido herido en una oreja. Sancho le sugirió detenerse para hacerle la curación y el hidalgo estuvo de acuerdo.
Mientras conversaban, nuestro caballero le comentó a su escudero que él se sabía una receta de memoria para preparar el ‘Bálsamo de Fierabrás’, que con una sola gota ahorra tiempo y medicinas. Solo debía beber dos tragos para quedar sano. Prometió enseñarle a Sancho como prepararla y muchos secretos más.
Luego decidieron comer, solo tenían cebolla y un poco de queso, según ‘Don Quijote’ lo que corresponde a un caballero andante.
Después de comer, continuaron camino.
A lo lejos vieron un coche que se acercaba, escoltado por 3 o 4 hombres a caballo, 2 llevaban hábitos -era una mujer transportándose hacia Sevilla- pero a ‘Don Quijote’ le pareció que eran encantadores que llevaban a una princesa cautiva, por lo que atravesandose en el camino dijo:
-”Gente endiablada, liberen a la princesa que llevan o les daré castigo por sus malas obras”.
Ellos, respondieron que no llevaban a nadie cautivo pero don Quijote no les creyó nada y se lanzó contra uno de ellos.
”Válgame dios!”, Sancho salió corriendo a ayudarlo, lo levantó como pudo y lo pusó sobre Rocinante.
‘Don Quijote’ pensaba que había sido otro truco de ‘Frestón’ que había convertido a los gigantes en molinos para quitarle la gloria de su vencimiento.
Pasaron la noche a cielo abierto y nuestro hidalgo pensaba en su querida Dulcinea, mientras Sancho dormía plácidamente.
Al día siguiente continuaron su camino.
Andaron tanto, que estuvieron seguros que no podrían encontrarlos.
Por el camino iban conversando sobre los reinos a conquistar y la isla prometida.
De repente, se hallaron en el campo de Montiel y allí 30 o 40 molinos de viento, que a ‘Don Quijote’ le parecían gigantes, con quiénes batallar. Sancho le insistió que sólo eran molinos de viento, pero Don Quijote diciéndole:
-”Si tienes miedo, quítate de ahí y ponte en oración, mientras yo entro con ellos en fiera y desigual batalla.”, se encomendó de corazón a su señora Dulcinea y arremetió a todo galope, le dio una lanzada al aspa y el viento la hizo girar, con tanta furia que levantó al caballo y al caballero que salieron volando por el campo.
Quince días estuvo don Quijote en casa, sin ánimo para salir, sobre sus libros le dijeron que habían sido robados por un sabio encantador que se llamaba ‘Freston’, todos le persuadieron para que no se fuera de nuevo.
Él, por su parte pensaba que más bien necesitaba un compañero, así que pidió que le llamarán a un labrador que vivía cerca, ‘Sancho Panza’ era su nombre.
‘Don Quijote’ conversó con él largo rato, le prometió dinero y una isla de la que sería Gobernador.
Finalmente lo convenció y Sancho aceptó ser su escudero. Y así, una noche, sin que nadie los viera, ambos salieron sin despedirse.
Mientras tanto en la hacienda, el cura ‘Pero’ y el barbero ‘Nicolás’ -grandes amigos de nuestro caballero- escuchaban al ama de llaves y la sobrina quejarse de su desventura.
-”Estos malditos libros de caballería, le estan robando el juicio, deberíamos quemarlos para que no causen más estragos”
Cuando llegó ‘Don Quijote’, no quiso responder ninguna pregunta, sólo cenó y se fue a dormir.
Dormido el caballero, continuaron con su plan de armar la hoguera. El ama de llaves hasta lanzó los libros por la ventana, pues eran muchos, para llevarlos cargando.
El cura y el barbero, lograron salvar algunas joyas como ‘El Amadís de Gaula’, ‘Tirante el Blanco’ y ‘Galatea’.
Primera lección de justicia
Salió esa mañana, tan gallardo, con su pecho lleno de orgullo por sentirse, al fin, un verdadero caballero andante. Iba camino a su pueblo.
Escucho una voz que se quejaba y al acercarse, se dió cuenta que era un muchacho ‘Andrés’ de unos 15 años, amarrado a un árbol, que estaba siendo castigado. ‘Don Quijote’ le dijo al labrador que lo estaba azotando:
-”Descortés caballero, mal está hacer esto a quien no puede defenderse” y lo invitó a tomar su lanza y a medirse en batalla. Luego de una conversación, el labrador desató al muchacho y ‘Don Quijote’ le hizo jurar que le pagaría lo que era justo por su trabajo. Por que de no ser así lo encontraría para castigarlo.
Sin perder más tiempo y para que hidalgo se fuera pronto, el propietario, le pidió a ‘Don Quijote’ ponerse de rodillas para ordenarlo caballero.
Y así inició la ceremonia -conteniendo la risa-, los acompañaban las dos doncellas: ‘Tolosa’ y ‘la Molinera’ y un joven que sostenía una vela encendida; el propietario tomó su libro de cuentas y fingiendo que mencionaba una devota oración entre dientes, alzó la mano con la espada y lo armó caballero.
Muy contento don Quijote dejó la posada y sobre su caballo, partió en busca de sus aventuras soñadas.
A sus ojos el lugar era un castillo con sus cuatro torres y capiteles de plata. En su mente hasta escuchaba la trompeta que anunciaba su llegada.
Y en la puerta -a sus ojos- se encontraban dos hermosas doncellas que, primero se rieron por su forma extraña de hablar, pero luego lo atendieron.
El propietario de la posada salió a recibirlo, al verlo en esa armadura -supuso que estaba loco-, le ofreció hospedaje y comida a él y a Rocinante.
Poco tiempo después en un caluroso día de Julio, ‘Don Quijote’ subió sobre Rocinante, tomó su lanza, su armas y salió de su casa antes que llegara la mañana.
Lo asaltó un pensamiento terrible, pues no era armado oficialmente caballero, se propuso entonces pedirselo al primero que se cruzara en su camino.
Iba sobre su corcel hablando sólo en voz alta e imaginando cuántos libros serían escritos en su nombre contando todas sus hazañas.
Entrada la noche, cansado y con hambre vio a lo lejos del camino una posada hacia donde se dirigió.