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Y siguiendo sus instrucciones, Sancho ayudó a Don Quijote a subir al carruaje, ambos acordaron que ya vendría otra aventura y con ella la oportunidad de conquistar los reinos soñados, por ahora, había que descansar y recuperarse. El cura, el barbero, Rocinante, Sancho y los ayudantes, continuaron su camino a casa, seis días le tomó llegar a la aldea. ¡Qué alegría para el ama de llaves y la sobrina del hidalgo al verlo de nuevo! Quienes después de maldecir los libros de caballería, salieron a recibirlo y atenderlo. el cura y el barbero les advirtieron que por favor no lo dejaran escapar de nuevo. Juana, la esposa de Sancho también llegó a abrazarlo y él le prometió que cuando volviera a salir como escudero de su caballero, volvería hecho un conde o un gobernador. Y así termina la primera parte del ingenioso hidalgo: Don Quijote de la Mancha.
Desde: $125.00 / mes durante 12 mesesTerminada la lectura, apareció Sancho pidiéndoles que fueran a donde estaba su señor en plena batalla. Cuando entraron, Don Quijote estaba solo en camisa, desnudo de la cintura para abajo lanzando golpes con su espada a los bultos de cuero donde estaba guardado el vino tinto. Todo ese líquido por el piso parecía sangre. Cuando observaron mejor se dieron cuenta de que el hidalgo estaba con los ojos cerrados como sonámbulo y al parecer soñaba que estaba luchando contra un gigante.
Desde: $125.00 / mes durante 12 mesesBuscando entre sus recuerdos -lo que había leído del libro- sacó una lista de las cosas que hizo Amadís de Gaula.
Lo primero que hizo fue pasar el tiempo paseando entre los árboles y grabando sobre sus troncos versos que describían su pena:
-”Árboles, hierbas y plantas, escuchen mi quejas santas … aquí lloró don Quijote las ausencias de Dulcinea del Toboso”
Lloraba, se lamentaba e invocaba a las ninfas del bosque para contarles su profundo dolor de amores
Desde: $125.00 / mes durante 12 mesesComenzaba a llover y a lo lejos Don Quijote vio a un hombre a caballo, le llamó la atención lo que en su cabeza llevaba y que brillaba como el oro.
Le dijo a Sancho que “Donde una puerta se cierra, otra se abre” viendo ante sus ojos la nueva aventura
-”Es el yelmo de ‘Mambrino’ que yo he jurado poseer.” dijo nuestro caballero.
En realidad, el hombre tenía una vasija de lata en la cabeza -de las que usan los barberos para lavar la barba-, para cubrirse de la lluvia. Cuando don Quijote estaba cerca del hombre no dudó en lanzarse sobre él para quitarle lo que era suyo y empezó a perseguirlo a toda velocidad sobre Rocinante levantando su lanza. El pobre hombre asustado se tumbó al suelo, salió corriendo y se le cayó lo que tenía en la cabeza. Así que nuestro caballero logró su objetivo y le pidió a Sancho ir a recoger el premio.
Los encapuchados respondieron que iban de prisa y no le hicieron caso a don Quijote, quién de nuevo les advirtió que si no paraban todos se medirían con él en batalla. Y se lanzó con Rocinante enfurecido, tanto que una mula del susto lanzó a su jinete al suelo. Y don Quijote siguió atacando como si de verdad estuviera combatiendo, los hombres desarmados y asustados corrieron por el campo, veían a don Quijote como el mismo diablo que venía a llevarse el cuerpo que tenían en el ataúd. Finalmente uno de ellos respondió que el cuerpo era de un caballero fallecido por deseo de Dios.
Sancho observando todo sólo dijo:
-”Sin duda mi amo es tan valiente como él dice”.
Y en ese momento al verlo iluminado por la tenue luz que había, Sancho comenzó a llamarle ‘El caballero de la triste figura’
Se apartaron del camino, observando atentamente, era un grupo de hombres cubiertos de pies a cabeza, todos a caballo, con sus hachas encendidas llevando un ataúd. Esa visión a altas horas y en un lugar tan despoblado, hizo que el pobre Sancho quedara aterrado.
Mientras tanto en la mente de Don Quijote, inspirado en sus libros imaginó que en el ataúd iba o un caballero malherido o fallecido y sólo a él le correspondía vengarlo.
Entonces se paró de frente a los encapuchados y les exigió responder, quiénes eran, de dónde venían y que había en el ataúd, para saber si debía castigarlos o vengarlos.
Luego de un rato Rocinante y nuestro caballero cayeron al suelo.
Sancho que observaba desde lejos, maldecía el momento que decidió acompañarlo, realmente estaba loco.
Cuando se acercó, don Quijote le preguntó:
-”Mira bien cuántos dientes y muelas me faltan en el lado derecho”
-”Pues en esta parte de abajo no tiene más de dos muelas y media; y en la de arriba ni media, ni ninguna”, respondió Sancho.
Según Don Quijote, el ejército que venía de frente era del emperador ‘Alifanfarón’ y el que venía por la espalda era del rey ‘Pentapolín’, se odiaban a muerte porque el primero estaba enamorado de la hija del segundo. Luego le describió en detalle a Sancho todos los caballeros que estaban en cada escuadrón, en medio de su locura don Quijote de verdad escuchaba el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines y los tambores de batalla.
Sancho solo escuchaba ovejas y carneros.
Pero don Quijote siguiendo su imaginación se lanzó a hacer parte de la batalla con total decisión, daba lanzadas, sacó su espada e hirió a varios.
Los pastores, al ver que atacaba al rebaño le lanzaron piedras para que no lastimara a las ovejas.
Continuaron su camino, Sancho iba comentando que de ninguna batalla habían salido victoriosos, cuando de repente aparecieron dos polvaredas, entonces Don Quijote dijo:
-”Este es el día, ¡oh Sancho!, en el que tengo que hacer obras que queden escritas en el libro de la Fama”
Para él, en esa amplia llanura, venían dos ejércitos a embestir y a dar inicio a la más fiera batalla, como en los libros que había leído.
En realidad eran dos rebaños de ovejas y carneros uno venía de frente y el otro por detrás de ellos.
Ya entrada la noche volvieron a parar a descansar y mientras Sancho recogía las cosas, le llegó el olor de la carne de cordero siendo cocinada en un caldero. Eran unos pastores que estaban cerca y que, al verlos, tendieron por el suelo su piel de oveja, acomodaron la rústica mesa e invitaron a Sancho y a ‘Don Quijote’ a acompañarlos. Y así cenaron juntos, el hidalgo hablando en su extraño lenguaje, los pastores embobados escuchándole y Sancho bebiendo constantemente del recipiente con vino.
Pronto se unió un joven, ‘Pedro’ que llegó desde la aldea cercana, a contarles la historia de un hombre que murió de amor y pidió ser enterrado donde vió por primera vez a la mujer de su vida: Marcela la pastora. ‘Don Quijote’ intrigado, le pidió a Pedro que le contara la historia.