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Un par de arrieros fueron a darle de beber a sus yeguas a la caballeriza y ‘Don Quijote’ confundiéndolos con amenazantes y ‘atrevidos caballeros’, se encomendó a su señora Dulcinea para esta primera batalla y los golpeó con su lanza defendiendo sus armas.
Los arrieros enfadados le lanzaron piedras y hubo tanto alboroto que salieron todos los que en la posada se encontraban.
Tanto fue el escándalo, que llegó el dueño de la posada, advirtiéndole a todos que lo dejarán tranquilo, que ese hombre estaba loco. Hizo que los castigaba como era debido, por faltarle al respeto a tan distinguido caballero.
Terminada la cena, en la caballeriza ‘Don Quijote’ se arrodilló ante el propietario de la posada diciendo:
– “Me levantaré hasta que me otorgue el don, que mañana usted me nombre caballero, esta noche en la capilla de su castillo velaré la armas”
El propietario le prometió -conteniendo la risa- que lo nombraría caballero como era su deseo.
Como no había capilla don Quijote apiló las armas en el patio de la posada y caminó frente a ellas hasta llegar la madrugada.
Las doncellas le ayudaron a quitarse la armadura, pero no el casco que estaba amarrado con cintas y ‘Don Quijote’ les dijo:
-“Nunca hubo un caballero de damas tan bien servido, como fuera don Quijote cuando de su aldea vino: doncellas curaban de él y princesas, de su caballo”.
La mesa estaba puesta afuera, porque allí era más fresco. Le sirvieron la cena, que fue más bien escasa pues ese día era viernes y la posada sólo tenía un poco de bacalao y pan duro.
Como tenía puesto el casco un joven le ayudaba a beber vino utilizando una caña.
A sus ojos el lugar era un castillo con sus cuatro torres y capiteles de plata. En su mente hasta escuchaba la trompeta que anunciaba su llegada.
Y en la puerta -a sus ojos- se encontraban dos hermosas doncellas que, primero se rieron por su forma extraña de hablar, pero luego lo atendieron.
El propietario de la posada salió a recibirlo, al verlo en esa armadura -supuso que estaba loco-, le ofreció hospedaje y comida a él y a Rocinante.
Poco tiempo después en un caluroso día de Julio, ‘Don Quijote’ subió sobre Rocinante, tomó su lanza, su armas y salió de su casa antes que llegara la mañana.
Lo asaltó un pensamiento terrible, pues no era armado oficialmente caballero, se propuso entonces pedirselo al primero que se cruzara en su camino.
Iba sobre su corcel hablando sólo en voz alta e imaginando cuántos libros serían escritos en su nombre contando todas sus hazañas.
Entrada la noche, cansado y con hambre vio a lo lejos del camino una posada hacia donde se dirigió.
Listas las armas, puesto nombre a su caballo y confirmándose a sí mismo, ahora necesitaba una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores es como árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma.
Recordó a una labradora de muy buen parecer que vivía cerca a él y de quién estuvo enamorado por un tiempo, aunque ella nunca lo supo, y así, inspirado en Aldonza Lorenzo, creó a su amada Dulcinea del Toboso.
Ocho días más le tomó pensar en su propio nombre hasta que finalmente escogió ‘Don Quijote de la Mancha’, que a su parecer hacía honor a su linaje y patria.
También porque se inspiró en su libro favorito ‘El Amadís de Gaula’.
Tomada la decisión de convertirse en caballero andante, lo siguiente era nombrar a su caballo, de hecho tenía uno en su propio establo.
Allí pasó cuatro días pensando cuál sería el nombre adecuado, hasta que finalmente se decidió por ‘Rocinante’ a su parecer alto, sonoro y significativo.
En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, se cuenta la historia de Alonso Quijano, un hombre de alrededor de unos cincuenta años, flaco, madrugador y amigo de la caza, que vivía en su hacienda con un ama de llaves de unos cuarenta años y su sobrina que no llegaba a los veinte.
En sus ratos de ocio gozaba leyendo cuentos de caballería, tenía una biblioteca con más de 300 libros, vendió parte de sus tierras para comprar más y este hobbie lo llevó a tal punto que olvidó la administración de su hacienda.
Por poco dormir y tanta lectura este hombre perdió la cordura, limpió una armadura que era de sus bisabuelos y decidió convertirse en caballero andante.
El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la mancha’.
Escrita por Miguel de Cervantes Saavedra, es la obra cumbre de la literatura española. La primera parte fue publicada en 1605 y la segunda 10 años después.
Esta historia es sobre el amor, la justicia, la igualdad y es una obra muy crítica, pues se burla de la tradición caballeresca y de las formas corteses.
En ‘La Plaza Fuente del Quijote’ ubicada dentro del Bosque de Chapultepec en la Ciudad de México, ésta historia cobra vida gracias a los azulejos pintados a mano sobre sus bancas.
Queremos darla a conocer cómo si de un cómic se tratara.
¡Disfrútala!