¿Por qué adoptar una aventura? porque como decía el Hidalgo de la Mancha la experiencia es la madre de todas las ciencias y la experiencia de reconstruir nuestra historia, forja nuestra identidad como comunidad y refuerza nuestros valores y el espíritu de compañerismo y de solidaridad. ¿Cómo hacerlo?
- Busca los distintos azulejos de la fuente y elige tu pasaje favorito.
- Dona $1,500 pesos para su restauración. Puedes hacerlo mensualmente o en una sola aportación.
- También puedes juntar los recursos entre varios amigos y entre todos adoptar su aventura favorita.
- En agradecimiento, si vives en México recibirás un lienzo impreso con la imagen de uno de los azulejos más representativos de la fuente y si resides en otro país, el lienzo será digital.
Adopta una aventura del Quijote
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Introducción
El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la mancha’.
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Escrita por Miguel de Cervantes Saavedra, es la obra cumbre de la literatura española. La primera parte fue publicada en 1605 y la segunda 10 años después.
Esta historia es sobre el amor, la justicia, la igualdad y es una obra muy crítica, pues se burla de la tradición caballeresca y de las formas corteses.
En ‘La Plaza Fuente del Quijote’ ubicada dentro del Bosque de Chapultepec en la Ciudad de México, ésta historia cobra vida gracias a los azulejos pintados a mano sobre sus bancas.
Queremos darla a conocer cómo si de un cómic se tratara.
¡Disfrútala! -
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Alonso Quijano
En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, se cuenta la historia de Alonso Quijano, un hombre de alrededor de unos cincuenta años, flaco, madrugador y amigo de la caza, que vivía en su hacienda con un ama de llaves de unos cuarenta años y su sobrina que no llegaba a los veinte.
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En sus ratos de ocio gozaba leyendo cuentos de caballería, tenía una biblioteca con más de 300 libros, vendió parte de sus tierras para comprar más y este hobbie lo llevó a tal punto que olvidó la administración de su hacienda.
Por poco dormir y tanta lectura este hombre perdió la cordura, limpió una armadura que era de sus bisabuelos y decidió convertirse en caballero andante. -
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Rocinante
Tomada la decisión de convertirse en caballero andante, lo siguiente era nombrar a su caballo, de hecho tenía uno en su propio establo.
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Allí pasó cuatro días pensando cuál sería el nombre adecuado, hasta que finalmente se decidió por ‘Rocinante’ a su parecer alto, sonoro y significativo. -
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Don Quijote
Ocho días más le tomó pensar en su propio nombre hasta que finalmente escogió ‘Don Quijote de la Mancha’, que a su parecer hacía honor a su linaje y patria.
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También porque se inspiró en su libro favorito ‘El Amadís de Gaula’. -
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Dulcinea
Listas las armas, puesto nombre a su caballo y confirmándose a sí mismo, ahora necesitaba una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores es como árbol sin hojas y sin fruto, y cuerpo sin alma.
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Recordó a una labradora de muy buen parecer que vivía cerca a él y de quién estuvo enamorado por un tiempo, aunque ella nunca lo supo, y así, inspirado en Aldonza Lorenzo, creó a su amada Dulcinea del Toboso. -
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La primera salida de Don Quijote
Poco tiempo después en un caluroso día de Julio, ‘Don Quijote’ subió sobre Rocinante, tomó su lanza, su armas y salió de su casa antes que llegara la mañana.
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Lo asaltó un pensamiento terrible, pues no era armado oficialmente caballero, se propuso entonces pedirselo al primero que se cruzara en su camino.
Iba sobre su corcel hablando sólo en voz alta e imaginando cuántos libros serían escritos en su nombre contando todas sus hazañas.
Entrada la noche, cansado y con hambre vio a lo lejos del camino una posada hacia donde se dirigió. -
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La posada
A sus ojos el lugar era un castillo con sus cuatro torres y capiteles de plata. En su mente hasta escuchaba la trompeta que anunciaba su llegada.
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Y en la puerta -a sus ojos- se encontraban dos hermosas doncellas que, primero se rieron por su forma extraña de hablar, pero luego lo atendieron.
El propietario de la posada salió a recibirlo, al verlo en esa armadura -supuso que estaba loco-, le ofreció hospedaje y comida a él y a Rocinante. -
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Una cena escasa
Las doncellas le ayudaron a quitarse la armadura, pero no el casco que estaba amarrado con cintas y ‘Don Quijote’ les dijo:
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-“Nunca hubo un caballero de damas tan bien servido, como fuera don Quijote cuando de su aldea vino: doncellas curaban de él y princesas, de su caballo”.
La mesa estaba puesta afuera, porque allí era más fresco. Le sirvieron la cena, que fue más bien escasa pues ese día era viernes y la posada sólo tenía un poco de bacalao y pan duro.
Como tenía puesto el casco un joven le ayudaba a beber vino utilizando una caña. -
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Quiero ser caballero
Terminada la cena, en la caballeriza ‘Don Quijote’ se arrodilló ante el propietario de la posada diciendo:
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– “Me levantaré hasta que me otorgue el don, que mañana usted me nombre caballero, esta noche en la capilla de su castillo velaré la armas”
El propietario le prometió -conteniendo la risa- que lo nombraría caballero como era su deseo.
Como no había capilla don Quijote apiló las armas en el patio de la posada y caminó frente a ellas hasta llegar la madrugada. -
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La primera batalla
Un par de arrieros fueron a darle de beber a sus yeguas a la caballeriza y ‘Don Quijote’ confundiéndolos con amenazantes y ‘atrevidos caballeros’, se encomendó a su señora Dulcinea para esta primera batalla y los golpeó con su lanza defendiendo sus armas.
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Los arrieros enfadados le lanzaron piedras y hubo tanto alboroto que salieron todos los que en la posada se encontraban.
Tanto fue el escándalo, que llegó el dueño de la posada, advirtiéndole a todos que lo dejarán tranquilo, que ese hombre estaba loco. Hizo que los castigaba como era debido, por faltarle al respeto a tan distinguido caballero. -
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El caballero andante
Sin perder más tiempo y para que hidalgo se fuera pronto, el propietario, le pidió a ‘Don Quijote’ ponerse de rodillas para ordenarlo caballero.
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Y así inició la ceremonia -conteniendo la risa-, los acompañaban las dos doncellas: ‘Tolosa’ y ‘la Molinera’ y un joven que sostenía una vela encendida; el propietario tomó su libro de cuentas y fingiendo que mencionaba una devota oración entre dientes, alzó la mano con la espada y lo armó caballero.
Muy contento don Quijote dejó la posada y sobre su caballo, partió en busca de sus aventuras soñadas. -
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Primera lección de justicia
Primera lección de justicia
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Salió esa mañana, tan gallardo, con su pecho lleno de orgullo por sentirse, al fin, un verdadero caballero andante. Iba camino a su pueblo.
Escucho una voz que se quejaba y al acercarse, se dió cuenta que era un muchacho ‘Andrés’ de unos 15 años, amarrado a un árbol, que estaba siendo castigado. ‘Don Quijote’ le dijo al labrador que lo estaba azotando:
-”Descortés caballero, mal está hacer esto a quien no puede defenderse” y lo invitó a tomar su lanza y a medirse en batalla. Luego de una conversación, el labrador desató al muchacho y ‘Don Quijote’ le hizo jurar que le pagaría lo que era justo por su trabajo. Por que de no ser así lo encontraría para castigarlo. -
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Defendiendo el honor de Dulcinea
Luego de avanzar, pensando y hablándole a su amada sobre ese primer acto de salvación al muchacho ‘Andrés’, nuestro caballero se cruzó con unos mercaderes de seda y con tono arrogante les dijo:
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-”Confiese todo el mundo que no hay doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.”
Uno de ellos, en tono burlón insinuó que aunque su doncella fuera tuerta y jorobada le daría la razón.
-”Calla infame”, respondió don Quijote lleno de cólera y se preparó para atacar con su lanza. Estaba tan furioso y enojado que en el camino al ataque Rocinante tropezó y ambos cayeron al suelo. -
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Don Quijote herido
Don Quijote herido
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Desde el suelo don Quijote gritaba:
-”No huyan cobardes”
Y otro mercader de los que ahí se encontraba, muy mal intencionado, se acercó al hidalgo, le quitó la lanza, la hizo pedazos, tomó uno de los palos y golpeó a nuestro caballero andante por un largo rato.
Apaleado ‘Don Quijote’, cuando al fín estuvo sólo, intentó levantarse pero no pudo.
Así que se dedicó a decir versos a su amada Dulcinea. -
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Don Quijote regresa a casa
Tuvo suerte de que por allí pasaba un labrador amigo suyo ‘Pedro’, que iba a llevar trigo a un lugar cercano, escuchó todos sus versos y lamentos y se acercó a ayudarle.
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Le quito la armadura para ver si tenía alguna herida grave, pero no había ninguna señal. Con un poco de trabajo logro acomodarlo sobre su asno. Recogió las armas, las puso sobre Rocinante y fijó el rumbo de regreso al pueblo.
Por el camino, el labrador iba muy pensativo, escuchando todos los disparates que ‘Don Quijote’ decía. -
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Libros de caballería quemados
Mientras tanto en la hacienda, el cura ‘Pero’ y el barbero ‘Nicolás’ -grandes amigos de nuestro caballero- escuchaban al ama de llaves y la sobrina quejarse de su desventura.
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-”Estos malditos libros de caballería, le estan robando el juicio, deberíamos quemarlos para que no causen más estragos”
Cuando llegó ‘Don Quijote’, no quiso responder ninguna pregunta, sólo cenó y se fue a dormir.
Dormido el caballero, continuaron con su plan de armar la hoguera. El ama de llaves hasta lanzó los libros por la ventana, pues eran muchos, para llevarlos cargando.
El cura y el barbero, lograron salvar algunas joyas como ‘El Amadís de Gaula’, ‘Tirante el Blanco’ y ‘Galatea’. -
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Aparece Sancho Panza
Quince días estuvo don Quijote en casa, sin ánimo para salir, sobre sus libros le dijeron que habían sido robados por un sabio encantador que se llamaba ‘Freston’, todos le persuadieron para que no se fuera de nuevo.
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Él, por su parte pensaba que más bien necesitaba un compañero, así que pidió que le llamarán a un labrador que vivía cerca, ‘Sancho Panza’ era su nombre.
‘Don Quijote’ conversó con él largo rato, le prometió dinero y una isla de la que sería Gobernador.
Finalmente lo convenció y Sancho aceptó ser su escudero. Y así, una noche, sin que nadie los viera, ambos salieron sin despedirse. -
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Don Quijote y los molinos
Andaron tanto, que estuvieron seguros que no podrían encontrarlos.
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Por el camino iban conversando sobre los reinos a conquistar y la isla prometida.
De repente, se hallaron en el campo de Montiel y allí 30 o 40 molinos de viento, que a ‘Don Quijote’ le parecían gigantes, con quiénes batallar. Sancho le insistió que sólo eran molinos de viento, pero Don Quijote diciéndole:
-”Si tienes miedo, quítate de ahí y ponte en oración, mientras yo entro con ellos en fiera y desigual batalla.”, se encomendó de corazón a su señora Dulcinea y arremetió a todo galope, le dio una lanzada al aspa y el viento la hizo girar, con tanta furia que levantó al caballo y al caballero que salieron volando por el campo. -
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Don Quijote y Sancho
”Válgame dios!”, Sancho salió corriendo a ayudarlo, lo levantó como pudo y lo pusó sobre Rocinante.
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‘Don Quijote’ pensaba que había sido otro truco de ‘Frestón’ que había convertido a los gigantes en molinos para quitarle la gloria de su vencimiento.
Pasaron la noche a cielo abierto y nuestro hidalgo pensaba en su querida Dulcinea, mientras Sancho dormía plácidamente.
Al día siguiente continuaron su camino. -
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La libertad de la dama
A lo lejos vieron un coche que se acercaba, escoltado por 3 o 4 hombres a caballo, 2 llevaban hábitos -era una mujer transportándose hacia Sevilla- pero a ‘Don Quijote’ le pareció que eran encantadores que llevaban a una princesa cautiva, por lo que atravesandose en el camino dijo:
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-”Gente endiablada, liberen a la princesa que llevan o les daré castigo por sus malas obras”.
Ellos, respondieron que no llevaban a nadie cautivo pero don Quijote no les creyó nada y se lanzó contra uno de ellos. -
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La segunda batalla – I
Sancho lo siguió y en su asno atacó al otro, haciéndolo caer de su caballo y empezó a quitarle el hábito, dos más se acercaron y golpearon al escudero hasta que quedó sin sentido.
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Don Quijote logró llegar hasta el coche y con palabras suaves le dijo a la princesa que no se preocupara, que pronto sería liberada.
Uno de los escuderos que acompañaba el coche, se fue hacia ‘Don Quijote’ y tomando su lanza le dijo que se alejara ó lo mataría. A esto el hidalgo respondió:
-”Si fueras caballero, que no eres, yo ya hubiera castigado tu sandez y atrevimiento.” -
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La segunda batalla – II
Y arrojando la lanza al suelo, el hidalgo sacó su espada y arremetió al vizcaíno con determinación de quitarle la vida. El vizcaíno, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada, y, por hallarse junto al coche, pudo de allí sacar una almohada que le sirvió de escudo, y luego se fueron el uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos.
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Las señoras del coche, fueron hasta donde estaba don Quijote y le rogaron que perdonara a su escudero.
Finalmente se terminó la lucha y ‘Don Quijote’ y Sancho se fueron por el bosque. -
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El bálsamo de Fierabrás
Don Quijote’ había sido herido en una oreja. Sancho le sugirió detenerse para hacerle la curación y el hidalgo estuvo de acuerdo.
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Mientras conversaban, nuestro caballero le comentó a su escudero que él se sabía una receta de memoria para preparar el ‘Bálsamo de Fierabrás’, que con una sola gota ahorra tiempo y medicinas. Solo debía beber dos tragos para quedar sano. Prometió enseñarle a Sancho como prepararla y muchos secretos más.
Luego decidieron comer, solo tenían cebolla y un poco de queso, según ‘Don Quijote’ lo que corresponde a un caballero andante.
Después de comer, continuaron camino. -
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Cena con los pastores
Ya entrada la noche volvieron a parar a descansar y mientras Sancho recogía las cosas, le llegó el olor de la carne de cordero siendo cocinada en un caldero. Eran unos pastores que estaban cerca y que, al verlos, tendieron por el suelo su piel de oveja, acomodaron la rústica mesa e invitaron a Sancho y a ‘Don Quijote’ a acompañarlos. Y así cenaron juntos, el hidalgo hablando en su extraño lenguaje, los pastores embobados escuchándole y Sancho bebiendo constantemente del recipiente con vino.
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Pronto se unió un joven, ‘Pedro’ que llegó desde la aldea cercana, a contarles la historia de un hombre que murió de amor y pidió ser enterrado donde vió por primera vez a la mujer de su vida: Marcela la pastora. ‘Don Quijote’ intrigado, le pidió a Pedro que le contara la historia. -
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La historia de Marcela
El hombre muerto, ‘Grisóstomo’, era un astrónomo que había estudiado en Salamanca y se vestía de pastor para acercarse a Marcela, mujer de infinita belleza que era huérfana de padres, hija de un hidalgo rico. Había crecido con su tío y no quería nunca casarse, así que se volvió pastora y no entregaba su corazón a nadie. Como otros hombres, Grisóstomo la pretendió durante mucho tiempo, pero Marcela nunca le dió esperanza, siempre fue enfática en que el amor ha de ser voluntario y no forzoso, ella sencillamente no lo amaba y no era culpable de su sufrimiento.
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Tristemente, un día caluroso Grisóstomo se recostó en la caliente arena y lanzando sus últimos lamentos cayó en el profundo sueño.
Terminada la historia, pasaron la noche bajo el cielo estrellado y al día siguiente fueron a atender el entierro del hombre que murió de amor y donde desde la peña más alta, Marcela los acompañó un rato, dejó ver su incomparable belleza y luego por el bosque desapareció. -
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La tercera batalla
Don Quijote y su escudero siguieron el sendero por donde se fue Marcela, pero no la hallaron a ella sino a un campo lleno de hierba fresca.
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Allí soltaron a Rocinante y se dedicaron a descansar.
Cerca del lugar había unas yeguas, a las que el caballo se acercó, pero lo recibieron con herraduras y dientes. A estos golpes se sumaron los de los arrieros, que eran unos veinte, con palos y estacas.
Al ver esto Don Quijote y Sancho se lanzaron sobre los arrieros con sus espadas, pero los superaban en número, así que luego de la paliza a caballero y escudero, los arrieros se alejaron. -
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Don Quijote y Sancho heridos I y II
Ambos quedaron muy malheridos, se quejaban que quizás hasta les habían roto las costillas.
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En un gran esfuerzo, entre suspiros y reniegos Sancho logro acomodar a Don Quijote sobre su asno Rucio.
El caballero le dijo que para futuras ocasiones, debía ser el escudero el que enfrenté a esos hombres de baja ralea, a lo que Sancho contestó:
-”Señor, yo soy hombre pacífico, manso, sosegado y sé disimular cualquier injuria, porque tengo mujer y hijos que sustentar y criar”. Sancho levantó a Rocinante -que a su parecer no merecía ninguna ayuda porque por él inició todo este alboroto- acomodó la armadura sobre él.
Y así se encaminaron, adoloridos y golpeados a buscar un lugar donde ser curados. -
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La posada y Maritornes
Y tuvieron suerte, porque un poco más adelante encontraron una posada. Pronto se acercó el dueño, preguntando que le había ocurrido al caballero. Sancho le dijo que no era nada, solo una caída desde una montaña elevada, que le había causado golpes en las costillas.
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A la entrada también acudieron la esposa del dueño de la venta que llamó a su hija para que le ayudará a atender a Don Quijote. También llamaron a otra criada de nombre ‘Maritornes’. -
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Fidelidad a Dulcinea
Las dos muchachas le arreglaron una muy mala cama a nuestro hidalgo, en el pajar, justo muy cerca a la de otro arriero. Le aplicaron pomada en las costillas al caballero y al escudero. Se fueron entonces a dormir, pero ‘Maritornes’ -la criada- había quedado de verse con el arriero. Cuando llegó a buscarlo, con la poca luz que había, termino llegando a la cama de Don Quijote, que la confundió con una bella doncella que lo buscaba porque estaba profundamente enamorada, pero él fiel a su señora Dulcinea, la rechazó.
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El arriero se molestó al ver a su moza con Don Quijote y le dió un golpe justo en la boca. En la imaginación del hidalgo el arriero era un ‘moro encantado’ -
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El malentendido de Maritornes
Y como no había buena luz, empezó una pelea, al principio entre Maritornes y Sancho que estaba medio dormido, luego llegó el ventero, que se cruzó con el arriero.
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Y así golpeaba el arriero a Sancho, Sancho a la moza, la moza a él y el ventero a la moza, Llegado un punto en que no se veía nada comenzaron a volar golpes, patadas y puños en todas las direcciones. -
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Sancho Prueba el bálsamo de Fierabrás
Finalmente Don Quijote alcanzó a Sancho y le pidió solicitar al ventero aceite, vino, sal y romero para hacer su famoso ‘bálsamo de Fierabrás’ y contrarrestar los efectos que el ‘moro encantado’ le había generado con el golpe.
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Mezcló los ingredientes, hirvió la mezcla, rezó para bendecirla y finalmente se la bebió, inmediatamente vomitó y a las 3 horas cuando se despertó, se sentía aliviado de cualquier dolor.
Sancho al ver esto, le suplicó que le diera un poco también, pero al beberlo, el pobre escudero se enfermó del estómago y así estuvo 2 horas sin poderse poner en pie. -
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Saliendo de la venta
Don Quijote quería salir pronto a continuar con sus aventuras, estaba convencido que este castillo estaba lleno de encantamientos y fantasmas. El dueño de la posada le pidió pagar la cuenta pero él dijo que le disculpara porque creía que era un castillo y no tenía con qué pagar y así salió galopando sobre Rocinante. Sancho repitió lo mismo, pero cerca a él estaban unos feriantes de Sevilla que se le acercaron y lo rodearon con una manta para divertirse con él lanzándolo en el aire.
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Sancho enojado
Desde afuera, Don Quijote veía a su escudero aparecer y desaparecer de su vista, volando por los aires. Jugaron con Sancho un rato, hasta que se cansaron.
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Cuando ya lo habían bajado se acercó Maritornes a darle agua fría en una jarra, desde lo lejos Don Quijote le gritaba que no tomara agua, que era mejor el bálsamo del que aún quedaba.
Sancho enojado le dijo que nada de eso y se bebió toda el agua, mientras salía de la posada y al final no tuvieron que pagar nada. -
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Batalla en la llanura
Continuaron su camino, Sancho iba comentando que de ninguna batalla habían salido victoriosos, cuando de repente aparecieron dos polvaredas, entonces Don Quijote dijo:
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-”Este es el día, ¡oh Sancho!, en el que tengo que hacer obras que queden escritas en el libro de la Fama”
Para él, en esa amplia llanura, venían dos ejércitos a embestir y a dar inicio a la más fiera batalla, como en los libros que había leído.
En realidad eran dos rebaños de ovejas y carneros uno venía de frente y el otro por detrás de ellos. -
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Alifanfarón y Pentapolín
Según Don Quijote, el ejército que venía de frente era del emperador ‘Alifanfarón’ y el que venía por la espalda era del rey ‘Pentapolín’, se odiaban a muerte porque el primero estaba enamorado de la hija del segundo. Luego le describió en detalle a Sancho todos los caballeros que estaban en cada escuadrón, en medio de su locura don Quijote de verdad escuchaba el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines y los tambores de batalla.
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Sancho solo escuchaba ovejas y carneros.
Pero don Quijote siguiendo su imaginación se lanzó a hacer parte de la batalla con total decisión, daba lanzadas, sacó su espada e hirió a varios.
Los pastores, al ver que atacaba al rebaño le lanzaron piedras para que no lastimara a las ovejas. -
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Sancho se lamenta
Luego de un rato Rocinante y nuestro caballero cayeron al suelo.
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Sancho que observaba desde lejos, maldecía el momento que decidió acompañarlo, realmente estaba loco.
Cuando se acercó, don Quijote le preguntó:
-”Mira bien cuántos dientes y muelas me faltan en el lado derecho”
-”Pues en esta parte de abajo no tiene más de dos muelas y media; y en la de arriba ni media, ni ninguna”, respondió Sancho. -
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La promesa de Don Quijote
Así continuaron su camino conversando y fue llegando la noche sin que encontraran donde descansar.
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Estaban hambrientos y poco a poco oscurecía cada vez más. De repente a lo lejos vieron unas luces que se movían, parecían estrellas y a medida que se acercaban eran más numerosas.
Sancho empezó a temblar asustado y a don Quijote se le erizaron los cabellos de la nuca. Al parecer esta aventura sería con fantasmas, entonces Don Quijote le promete a Sancho protegerlo con su espada. -
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El ataúd
Se apartaron del camino, observando atentamente, era un grupo de hombres cubiertos de pies a cabeza, todos a caballo, con sus hachas encendidas llevando un ataúd. Esa visión a altas horas y en un lugar tan despoblado, hizo que el pobre Sancho quedara aterrado.
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Mientras tanto en la mente de Don Quijote, inspirado en sus libros imaginó que en el ataúd iba o un caballero malherido o fallecido y sólo a él le correspondía vengarlo.
Entonces se paró de frente a los encapuchados y les exigió responder, quiénes eran, de dónde venían y que había en el ataúd, para saber si debía castigarlos o vengarlos. -
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El caballero de la triste figura
Los encapuchados respondieron que iban de prisa y no le hicieron caso a don Quijote, quién de nuevo les advirtió que si no paraban todos se medirían con él en batalla. Y se lanzó con Rocinante enfurecido, tanto que una mula del susto lanzó a su jinete al suelo. Y don Quijote siguió atacando como si de verdad estuviera combatiendo, los hombres desarmados y asustados corrieron por el campo, veían a don Quijote como el mismo diablo que venía a llevarse el cuerpo que tenían en el ataúd. Finalmente uno de ellos respondió que el cuerpo era de un caballero fallecido por deseo de Dios.
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Sancho observando todo sólo dijo:
-”Sin duda mi amo es tan valiente como él dice”.
Y en ese momento al verlo iluminado por la tenue luz que había, Sancho comenzó a llamarle ‘El caballero de la triste figura’ -
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El llanto de Sancho
Sedientos y aún de noche, siguieron sin ver nada caminando por un prado, cuando a unos 200 pasos escucharon lo que parecía ser una cascada, sin embargo, también había un sonido de crujido de hierro y de cadenas, que combinados con el susurro del viento, causaba terror. En especial para Sancho que estaba muy asustado, pero Don quijote quería perseguir la aventura y estaba dispuesto a irse solo. Entonces Sancho se arrodilló y con un llanto tierno le pidió a su señor no tentar al peligro, esperar a que llegara la mañana. Pero don Quijote no se conmovió, así que Sancho amarró las patas traseras de Rocinante y el caballero no pudo mover a su caballo.
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Sancho libera su carga
Entrando la mañana a Sancho le dio por hacer lo que nadie más puede sino él, pero era tanto su miedo que no quería apartarse de su caballero, así que decidió hacerlo justo ahí acomodándose lo mejor que pudo.
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Y entonces hizo un ruido muy diferente a los demás, tanto que don Quijote le preguntó qué era ese nuevo sonido.
Lo descubrió y le advirtió que la próxima vez se alejara más.
Liberada esta carga, retomaron su camino -
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El Yelmo de Mambrino – I
Comenzaba a llover y a lo lejos Don Quijote vio a un hombre a caballo, le llamó la atención lo que en su cabeza llevaba y que brillaba como el oro.
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Le dijo a Sancho que “Donde una puerta se cierra, otra se abre” viendo ante sus ojos la nueva aventura
-”Es el yelmo de ‘Mambrino’ que yo he jurado poseer.” dijo nuestro caballero.
En realidad, el hombre tenía una vasija de lata en la cabeza -de las que usan los barberos para lavar la barba-, para cubrirse de la lluvia. Cuando don Quijote estaba cerca del hombre no dudó en lanzarse sobre él para quitarle lo que era suyo y empezó a perseguirlo a toda velocidad sobre Rocinante levantando su lanza. El pobre hombre asustado se tumbó al suelo, salió corriendo y se le cayó lo que tenía en la cabeza. Así que nuestro caballero logró su objetivo y le pidió a Sancho ir a recoger el premio. -
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El Yelmo de Mambrino – II
Una vez que Sancho se lo entregó don Quijote se puso la vasija en la cabeza y dijo: -”Sin duda que el dueño de este yelmo tenía la cabeza muy grande y lo peor es que le falta la mitad” Sancho no pudo contener la risa, no era un yelmo si no la vasija de un barbero. don Quijote le dijo que seguramente, ese hombre desconociendo el valor de esta pieza, había destruido el yelmo para hacer la vasija y que de todas maneras se la iba a quedar. Preparándose para seguir su camino Sancho le dijo a don Quijote que en casi todas sus aventuras terminaba herido, en situaciones que se podrían evitar y que de ahora en adelante, pensaba tener sus cinco sentidos para no herir a nadie y estaba dispuesto a olvidar las burlas.
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Libertad para los presos
Estaban el caballero y el escudero hablando, cuando el primero alzó la mirada y vio que por el camino venía una docena de hombres encadenados de cuello y manos, Sancho le aclaró que eran hombres que por sus delitos habían sido condenados a trabajos forzados como castigo. De cualquier manera a don Quijote le pareció injusto que los llevaran forzados y le pareció conveniente ejercer su oficio y ‘socorrer a los miserables’.
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Ingratitud
Luego de preguntarle a varios cuáles eran las razones para haber sido castigados, conmovido con cada historia, Don Quijote le pidió al comisario liberarlos, quien por supuesto se negó y entonces se inició una nueva batalla, los otros guardias también atacaron a don Quijote; los esclavos aprovecharon la oportunidad para romper las cadenas y finalmente los guardias salieron huyendo. Luego de su acto heroico, nuestro caballero le ordenó a los liberados presentarse frente a su señora Dulcinea, pero recibiendo una negativa liderada por ‘Gines’ el hidalgo se enfureció, debido a que una de las cosas que más detestaba era la ingratitud. Y aún faltaba más, los esclavos le lanzaron piedras a don Quijote, hasta hacerlo caer del caballo, lo golpearon con su propio ‘yelmo’, le robaron a Sancho su gabán y luego huyeron. Entonces, don Quijote le dijo a Sancho: -”Hacer bien a villanos es echar agua en la mar.”
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Sierra Morena
Cuando continuaron caminando, se cruzaron con un pastor de cabras. Nuestro caballero le preguntó si sabía del dueño de la maleta. El pastor le dijo que efectivamente lo habían visto, que era un hombre de buena familia y muy educado que se escondía en la zona más árida de la Sierra y de vez en cuando salía al camino buscando comida, a veces la pedía a la buenas, pero otras veces se la arrebataba a quién pasara por ahí.
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Cardenio
El cabrero les contó cómo, al parecer, ese hombre tenía una locura que iba y venía y que en los peores momentos lo hacía muy violento, maldiciendo a un tal ‘Fernando’ y gritando que le iba a arrancar el corazón. También le contó al caballero y al escudero, que lo habían ayudado, pero que en un momento se adentro en la sierra y lo veían de vez en cuando, a veces cuerdo y a veces loco furioso.
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Cardenio y Luscinda – I
Cuando creció estaba listo para casarse con ella, pero llegó una carta que recibió del Duque Ricardo solicitando su presencia y tuvo que posponer la pedida de mano. Ambos prometieron esperar para volverse a encontrar. Ya en presencia del duque, Cardenio conoció al hijo menor ‘Fernando’ con quien generó una amistad tan grande que hasta los secretos de sus corazones se contaron. Fernando se convirtió en su mejor amigo, estaba enamorado de una labradora del lugar y quería casarse con ella, Cardenio no podía ocultar algo así ante el duque, así que contó toda la verdad y Fernando quedó muy dolido, no se casó con la labradora y pidió irse a vivir con Cardenio a su casa. El Duque estuvo de acuerdo.
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Cardenio y Luscinda – II
Cardenio estaba feliz de volver a ver a Luscinda, como Fernando era su amigo, le contaba todo sobre ella, tanto que él deseaba finalmente ver a esa hermosa mujer, ahí empezó la tragedia porque Fernando también se enamoró de Luscinda al punto de querer pedir su mano.
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Un día en una de las muchas cartas que se enviaban Cardenio y Luscinda, ella le pedía prestado el libro ‘Amadís de Gaula’, pues le encantaban las novelas de caballería.
Al escuchar esto don Quijote interrumpió a Cardenio, alabando el buen gusto de Luscinda y, emocionado, sugiriendo otros libros que podría haberle enviado. Finalmente nuestro caballero recapacitó y se disculpó por la interrupción, pero Cardenio se quedó en silencio por un rato, hasta que dijo:
-”Nadie me saca del pensamiento que Madasima tenía una relación ilícita con Elisabat” -
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Interrupción
Ofendido Don Quijote le dijo a Cardenio que eso no era verdad y Cardenio, que estaba entrando en su locura, violentamente se lanzó a golpear al de la triste figura.
Sancho se lanzó a defender a su señor, con tan mala suerte que fue empujado y golpeado directo en las costillas dejándolo en el piso adolorido y enojado, pues sentía que no merecía ese trato. La misma suerte corrió el pastor que intentó detenerlo.
Al final, entre los matorrales, Cardenio desapareció y Don Quijote se quedó pensando que no supo el final de la historia, quería volver a hallarlo para escuchar cómo terminó todo.
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Sancho quiere regresar a casa
Mientras caminaban el escudero le pidió a su señor dejarlo regresar a su hogar con su esposa e hijos. Luego de discutir sobre por qué nuestro caballero le dió tanta importancia a las palabras de un loco sobre la reina Madasima, al hidalgo le entró un fuerte deseo de imitar al más grande caballero, Amadís de Gaula.
Planeaba enviar una carta a su señora Dulcinea para que supiera que el sufrimiento por su ausencia le había hecho perder la razón. También pensaba desnudarse, entonces le pidió a Sancho que se quedara para ser testigo de su locura y así pudiera contarle todo a su amada.
Sancho lo convenció para que sólo escribiera la carta en el mismo libro de Cardenio y él se encargaría de hacerla transcribir con buena letra antes de entregarla.
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Carta para Dulcinea
Para inspirarse don Quijote habló un buen rato de su señora y por la descripción Sancho supo que se trataba de Aldonza Lorenzo, que objetivamente no era la más bella, pero que luego de escuchar al caballero de la triste figura le quedó claro que a los ojos de su señor, era la mujer más hermosa de la tierra.
Finalmente don Quijote escribió la carta para su amada y envió otra a su sobrina para que le entregara tres pollos a Sancho como pago.
Estaba Sancho por irse sobre Rocinante, pero regresó a donde su señor a pedirle que hiciera esas locuras que decía para que al llegar a su destino no tuviera que jurar en vano por algo que no había visto. Entonces don Quijote se desnudó.
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Don Quijote se desnuda
Entonces Don Quijote se desnudó. Sin pena se quitó los pantalones y los calzones, quedando sin ninguna prenda de la cintura para abajo.
Dio patadas, botes, se lanzó al suelo, parándose de cabeza, imágenes que le bastaron a Sancho para salir sobre Rocinante, con tal de no repetirlas.
Don Quijote esperaba que su escudero regresará en unos pocos días, habían acordado que llevara con él a Rocinante para que el viaje fuera más rápido.
El caballero debía pensar que haría durante ese tiempo de soledad.
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Don Quijote melancólico
Aún desnudo, se subió sobre una roca de la montaña a pensar ¿a quién debía imitar? al melancólico Amadís o al loco y descontrolado Roldán.
El segundo perdió la razón porque su amada le fue infiel, destruyó lugares, golpeó personas, todo en nombre de su profundo dolor, pero Dulcinea jamás lo engañaría, de eso estaba seguro.
Por otro lado, Amadís fue rechazado por su amada y se refugió en una montaña encomendándose a Dios, luego de hacer la comparación consigo mismo, se sintió identificado con Amadís porque él había sufrido también el rechazo de Dulcinea. Así que decidió imitar al melancólico.
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La pena de Don Quijote – I
Buscando entre sus recuerdos -lo que había leído del libro- sacó una lista de las cosas que hizo Amadís de Gaula.
Lo primero que hizo fue pasar el tiempo paseando entre los árboles y grabando sobre sus troncos versos que describían su pena:
-”Árboles, hierbas y plantas, escuchen mi quejas santas … aquí lloró don Quijote las ausencias de Dulcinea del Toboso”
Lloraba, se lamentaba e invocaba a las ninfas del bosque para contarles su profundo dolor de amores
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La pena de Don Quijote – II
Otra cosa que hacía Amadís era encomendarse a Dios, así que Don Quijote intentó rezar.
Rasgó su propia camisa para tener algo parecido a un rosario, le hizo once nudos pequeños, otro más grande y repitió un millón de Ave Marías.
En el fondo lo que nuestro caballero quería era encontrar algún ermitaño para contarle todas sus penas. Solo comía unas pocas hierbas que recogía, ese era su plan mientras que Sancho volvía, con esa dieta, si en lugar de tres días el escudero tomaba tres semanas en regresar, Don Quijote moriría.
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Sancho pierde la carta de Dulcinea
Por su parte, Sancho iba hacía El Toboso cuando llegó a la venta donde había sido burlado con la manta. Mientras estaba indeciso de entrar, llegaron los amigos de Don Quijote y le preguntaron al escudero por él.
Sancho les contó sobre la ‘penitencia’ que estaba cumpliendo y sobre las cartas que llevaba. El cura se ofreció a escribir con buena letra la de Dulcinea, pero cuando Sancho fue a sacar el libro, no lo encontró, y entonces entró en desesperación, pues lo había perdido. El cura lo tranquilizó diciéndole que todo se solucionaría yendo a buscar al hidalgo.
Sobre la carta de Dulcinea, el cura intentó escribirla porque Sancho supuestamente se la sabía de memoria, pero le cambiaba tantas palabras que ya no era el mismo mensaje.
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El plan para rescatar a Don Quijote
El cura y el barbero entraron a la venta y Sancho esperó afuera. Se les ocurrió que para sacar a su amigo de la vana penitencia, se iban a disfrazar de doncella y escudero e intentarían convencerlo de alejarse de su pena, una de las señoras de la venta les prestó una barba para el disfraz.
Salieron los tres en búsqueda de Don Quijote y por el camino Sancho les contó la historia del otro loco, Cardenio.
En cierto punto, decidieron que primero iría Sancho para que le dijera al hidalgo que la carta a Dulcinea había sido entregada y que ella lo esperaba en El Toboso para verse frente a frente.
Si esto no resultaba, usarían el plan de los disfraces. Así partió Sancho en busca de su caballero.
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Cardenio y Luscinda – III
Mientras esperaban, el barbero y el cura escucharon a un hombre culto con hermosa voz cantar varios sonetos de pena y desamor que terminaban en lamentos. Enseguida supieron que se trataba de Cardenio, quien estaba sin locura.
El cura intentó persuadirlo para que dejara esa triste vida y Cardenio le agradeció contando de nuevo su historia, continuando desde la carta en la que Luscinda le pedía prestado el Amadís de Gaula. Él quería responderle pidiendo su mano, pero sabía que hasta no terminar su misión con el Duque no era posible el matrimonio.
Así que le abrió su corazón a Fernando y éste, como hijo del Duque, se ofreció a convencer al padre de Cardenio para dejarlo casarse con Luscinda.
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Cardenio y Luscinda – IV
Pero todo era parte de una trampa para separar a la pareja. El mismo día Fernando envió a Cardenio de regreso a donde su hermano, supuestamente a pagar un dinero por el negocio de unos caballos.
Una vez allí, lo obligaron a quedarse otros ocho días. Entonces Luscinda se las arregló para hacerle llegar una carta donde le contó que su padre le había dado su mano a Fernando y que la boda sería en dos días.
Sin importarle nada, Cardenio regresó y logró encontrarse con Luscinda, quien estaba vestida de novia. Así, ella le prometió darse muerte a sí misma con una daga que llevaba escondida.
Cardenio observó la ceremonia desde una ventana y para su sorpresa, cuando el cura hizo la pregunta, su amada aceptó.
Lleno de dolor se alejó caminando hasta llegar a la Sierra, y siendo incapaz de acabar con su vida, entró en un trance del que no recuerda nada.
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Aparece Dorotea
Terminada la triste historia, los tres hombres escucharon a lo lejos otros lamentos. Eran los de una hermosa mujer, que disfrazada de labrador, lavaba sus pies en un arroyo. Primero se escondieron, pero al verse descubiertos por ella, el cura se ofreció a ayudarle y la invitó a contarle por qué lloraba.
La mujer se llamaba Dorotea, era hija de un labrador dueño de una gran hacienda, tenía dinero pero su linaje no era de la nobleza. Cerca de su villa vivía un Duque con sus dos hijos, el mayor era bueno y el menor, Fernando, era la causa de su tragedia.
Al escuchar esto, Cardenio entró en furia pero logró controlarse, pues tenía mucha curiosidad por saber más de esta mujer. Recordaba que Fernando le había contado sobre la bella labradora con la que se quería casar.
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La Historia de Dorotea – I
Se acercaron para escuchar mejor la historia y Dorotea continúo. Ella dijo que Don Fernando la pretendía incansablemente, pero ella siempre le decía que no.
Hasta que una noche entró a su habitación, la abrazó por la fuerza, lloró y le prometió casarse con ella, incluso frente a su doncella, así que ella accedió y pasaron la noche juntos.
Después de eso el hijo del duque simplemente desapareció. Meses después le llegó la noticia de que él se había casado con otra mujer. Llena de dolor fue a vengarse yendo con un criado a buscarlo, y así supo que el matrimonio era arreglado por su padre y Luscinda solo aceptó para no contrariarlo.
Luego, por una nota que fue encontrada, se supo que planeaba suicidarse y afirmaba que su esposo era Cardenio.
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La Historia de Dorotea – II
Finalmente se supo sobre la deshonra de Dorotea, por lo que su criado y dos hombres más intentaron sobrepasarse con ella.
Desesperada se escondió en la sierra disfrazándose de labrador hasta que Dios decidiera terminar con su pena.
Cardenio le contó que él era el que Luscinda mencionaba en su nota y le prometió hacer todo por limpiar su honra.
Dorotea conmovida se arrodilló a sus pies, pero él la hizo poner de pie invitándole a seguir adelante, esperando que el cielo les hiciera justicia y agradeciendo a Don Quijote, que por su locura, ellos pudieran cruzarse.
En esto llegó Sancho con un mensaje de su caballero: que por ahora no era digno de presentarse frente a Dulcinea. De esta forma, el cura y el barbero pusieron en marcha el plan de la doncella y los disfraces.
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La princesa Micomicona – I
El barbero se disfrazó de escudero y Dorotea se ofreció a hacer el papel de la Princesa Micomicona, tenía algún vestido y joyas que había llevado con ella, así que una vez arreglada y ¡vaya que se veía hermosa!, se dirigieron todos a buscar a Don Quijote.
Cuando lo encontraron, Dorotea se arrodilló ante el caballero andante y le pidió un don de su parte, él le insistió en levantarse pero ella se negó. Sancho le susurró que sólo necesitaba que matara a un gigante.
La princesa además le pidió que mientras cumplía esta misión no se embarcara en ninguna otra y que ella le llevaría a donde se encontraba el gigante.
Don Quijote aceptó diciendo:
Vamos de aquí, en el nombre de Dios a favorecer esta gran señora.
Escondidos el cura y Cardenio observaban la escena.
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La princesa Micomicona – II
En el camino el cura y Cardenio salieron al encuentro del grupo por casualidad y luego Dorotea contó su historia como la princesa Micomicona. Había quedado huérfana y el malvado gigante estaba usurpando su reino, así que buscó al caballero del que tanto se hablaba, el famosísimo Don Quijote de la Mancha. Ella le ofreció ser su esposa cuando obtuviera la victoria, pero el hidalgo la rechazó, porque para él sólo había una mujer, su señora Dulcinea.
Sancho lo contradijo diciéndole que la princesa era mucho más bella y mejor que la señora de El Toboso, ante esto Don Quijote le dio dos golpes con la lanza por atrevido y luego del alboroto Sancho se disculpó besándole la mano a su señor para hacer las paces.
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Don Quijote se encuentra con Andrés
Llegaron a una posada a calmar su hambre, allí Don Quijote se encontró con el muchacho que había rescatado de los azotes de su amo. Andrés le contó a nuestro caballero que cuando él se fue, el azote fue más fuerte y había estado en un hospital todo ese tiempo. Conmovido, Sancho le dio su pan y queso al joven. El hidalgo enfurecido pensó en ir a castigar al amo atrevido, pero Dorotea le recordó su promesa y él decidió posponer este pendiente hasta su regreso. Finalmente, Andrés le pidió a Don Quijote que si lo volvía a ver, no lo ayudara, porque cuando lo hizo le trajo más desgracias y después salió corriendo.
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De nuevo en la venta de Maritornes
Al día siguiente continuaron su camino sin ninguna aventura en particular. Llegaron de nuevo a la venta del incidente que Sancho tuvo con la manta y aunque a todos los recibieron muy bien, el escudero no quiso entrar. La señora que le había prestado la barba al barbero para su disfraz se apresuró a pedirla antes de que Don Quijote se diera cuenta. El barbero se escondió y acordaron decirle al caballero que el escudero de la princesa se adelantó a su reino para llevar las buenas noticias sobre su ayuda. El dueño de la posada, su esposa, su hija y Maritornes se apresuraron a servirles la comida y prepararles las habitaciones.
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Más libros de caballería
Hablaron de cuánto disfrutaban en la posada cuando quienes sabían leer, lo hacían en voz alta con libros de caballería. El dueño tenía algunos y el cura le pidió traerlos, luego de revisarlos dijo que quemaría dos de ellos por estar llenos de disparates. Entonces el ventero se molestó y dijo que no lo permitiría, pero el cura le insistió que todo el contenido de esos libros era mentira y sólo se hacían para entretener, con tan mala suerte que a veces había personas que no sabían que era real y que no, como le ocurrió a Don Quijote, sólo le pidió que no los dejara cerca del hidalgo. Mientras recogía los libros para guardarlos, el cura vio algunos papeles escritos a mano con una hermosa letra y quiso leer la historia, todos los presentes le pidieron hacerlo en voz alta, Sancho también se unió. Don Quijote dormía en su habitación.
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La historia del curioso impertinente
Ocurría en Italia y era sobre dos grandes amigos Anselmo y Lotario, que eran como hermanos. Anselmo estaba casado con Camila, y aunque ella nunca le dio motivos, él tenía dudas de su fidelidad, así que le pidió a su amigo conquistarla para ponerla a prueba. Al principio Lotario se negó, pero luego de mucha insistencia accedió a hacerlo. Camila fue distante con Lotario durante mucho, mucho tiempo hasta que Anselmo tuvo que salir a un largo viaje y entonces realmente se enamoraron; su doncella Leonela también estaba al tanto, pero acordaron entre todos hacerle creer a Anselmo que nada había pasado cuando regresara. Lotario sabía que Anselmo a su regreso se escondería para ver la reacción de Camila ante su constante cortejo, por eso prepararon toda una actuación. Ante la actitud de Lotario, Camila intentó apuñalarlo como venganza por haber querido destruir la honra de su esposo y luego se hirió a sí misma. Anselmo salió de su escondite convencido de la fidelidad de su esposa y por un tiempo estuvo engañado. Lamentablemente una noche en que Leonela casi le cuenta toda la verdad a Anselmo, Camila tomó sus posesiones y se fue a casa de Lotario. Leonela también huyó, confundido Anselmo fue al pueblo y lo que allí se sabía llegó a sus oídos. No hubo reclamos, él mismo lo había provocado. Anselmo murió por su pena, Lotario que decidió irse a la guerra al poco tiempo también murió en una batalla y Camila, que se internó en un monasterio, murió años después.
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Don Quijote batalla contra el gigante
Terminada la lectura, apareció Sancho pidiéndoles que fueran a donde estaba su señor en plena batalla. Cuando entraron, Don Quijote estaba solo en camisa, desnudo de la cintura para abajo lanzando golpes con su espada a los bultos de cuero donde estaba guardado el vino tinto. Todo ese líquido por el piso parecía sangre. Cuando observaron mejor se dieron cuenta de que el hidalgo estaba con los ojos cerrados como sonámbulo y al parecer soñaba que estaba luchando contra un gigante.
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Don Quijote vence al gigante
Cuando se calmó un poco, el cura se acercó a Don Quijote, al parecer en su sueño lo veía como la princesa Micomicona, pues se arrodilló ante ella y le dijo: Bien pueda alta y famosa señora, vivir desde ahora más segura. Los que miraban desde la puerta no podían contener la risa. Finalmente Cardenio, el barbero y el cura lograron llevar al caballero de vuelta a su cama, que cansado por esa tremenda batalla, se quedó dormido rápidamente. La dueña de la venta se lamentaba por todos los males que traía este loco a su posada.
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La mujer triste
Mientras tanto en la entrada de la posada estaba el dueño que veía a cuatro potenciales clientes, hombres con antifaces a caballo que transportaban a una mujer con la cara cubierta y vestida de blanco. Pronto entraron y el cura se acercó a preguntarles quiénes eran. Uno contestó que se había unido hacía poco a la caravana y que de los otros ninguno hablaba, a la señora no le había visto la cara pero si la escuchaba suspirar muy afligida, como si a dónde la llevaran fuera obligada, parecía que iba a convertirse en monja.
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La voz de Luscinda
Una vez dentro de la posada Dorotea, conmovida por el dolor de la mujer, se acercó a ella, le habló con ternura y le ofreció su ayuda, pero la mujer guardó silencio. El que daba las órdenes le dijo que no desperdiciara su tiempo con esa malagradecida. A lo que finalmente la mujer respondió, que él era el mentiroso y responsable de su desventura y continúo gritando. Cardenio escuchó esta voz y la sintió tan familiar que salió a ver a la mujer, a quien en medio de su discurso sobresaltado se le cayó el pañuelo que cubría su rostro. Como el caballero que la tenía por la espalda no la soltaba, Dorotea alzó la mirada y vio que se trataba de Fernando, entonces se desmayó sin que antes él también la reconociera.
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El reencuentro
Todos estaban en silencio, mirándose: Luscinda, Cardenio, don Fernando y Dorotea que volvía de su desmayo. Luscinda fue la primera en hablar, agradeciendo al cielo que a pesar de tantas dificultades en esa posada se encontraba con su esposo Cardenio. Dorotea se arrodilló ante don Fernando y llorando le dijo que él era para ella así como Luscinda para Cardenio, además de otras conmovedoras palabras que lo hicieron recapacitar soltando a Luscinda para que fuera a abrazarse con Cardenio y él mismo arrodillándose para abrazar, levantar a Dorotea y pedirle perdón por todo lo ocurrido. Así ambas parejas se abrazaron y todos los presentes celebraron entre lágrimas.
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El encantamiento
Luego del emotivo encuentro, se contaron sus historias, incluyendo el plan para sacar a Don Quijote de su penitencia. Todos estuvieron de acuerdo en continuar para llevar al caballero de regreso a casa. Mientras tanto, Sancho estaba muy decepcionado porque la princesa resultó ser una simple doncella, fue a ver a su amo quien ya se había despertado y lo puso al tanto de la situación, pero Don Quijote creía que todo era un encantamiento. Pronto se unió el hidalgo al grupo, conversó con la princesa sobre su transformación y si había sido producto de un hechizo, a lo que ella respondió que así era y que debían continuar su camino al día siguiente.
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La mujer árabe
A la venta llegó un hombre vestido todo de azul acompañado de una mujer cubierta de pies a cabeza sobre un caballo. El hombre solicitó una habitación, pero el dueño de la posada le dijo que no tenía ninguna disponible. El vestuario de la mujer era realmente hermoso. Dorotea, Luscinda, Maritornes y la dueña de la venta se acercaron a la mujer y Dorotea le ofreció dormir con ellas, si para ella no era molestia. La mujer no respondió nada, pero hizo una media reverencia como queriendo dar las gracias. El hombre que la acompañaba, pronto se acercó a las mujeres y les explicó que la joven no hablaba español, era árabe por eso no contestaba.
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Zoraida
Luscinda le dijo al señor que ellas le estaban ofreciendo dormir juntas, a lo que el hombre que se llamaba Ruy, respondió muy agradecido aceptando la oferta. El hombre le contó que venían del norte de África, desde Argel y aunque ella era musulmana de cuerpo y vestuario, su alma era cristiana y quería ser bautizada. Dorote la invitó a irse con ellas y le preguntó si podía descubrir su cara. El señor tradujo y al ver su rostro notó que era bellísimo. Luego le preguntaron su nombre, a lo que primero respondió Zoraida, y después María.
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Esclavo en Argel
Ruy era de las montañas de León, el mayor de cuatro hijos; desde muy joven, salió del hogar de su padre y decidió ser soldado participando en múltiples batallas y perdiendo muchos amigos. Terminó cautivo en África y en una de las prisiones en que le pusieron, resultó que de una ventana salía una caña que le entregaba monedas. Era Zoraida, la bella hija de un importante moro a quien la Virgen María le hablaba y le decía que su destino era casarse con un cristiano y ayudarlo. Se enamoraron y se comunicaban por notas a través de la caña. Ella le daba dinero para que pudieran escaparse juntos y liberar a sus compañeros. Al final, lograron huir en barco pasando por Francia y llegando hasta Málaga.
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Don Quijote protege el castillo
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El poeta enamorado de Clara I
En la mente del hidalgo, la que estaba en la ventana era la misma hija del rey del castillo que aún estaba enamorada de él. Maritornes le pidió dejarle tocar su mano y aunque Don Quijote le advirtió que no podía responder a su deseo de amor, le dió la mano con tan mala suerte que las mujeres se la amarraron de la muñeca y, cuando Rocinante se movió, quedó colgando muy incomodo por un rato, él pensaba que era producto de encantamiento. Mientras esto ocurría llegaron a la posada unos hombres muy agitados buscando a un joven poeta que estaba enamorado de Clara y la seguía para cantarle. Clara alcanzó a contarle esta situación a Dorotea antes de que estos hombres llegaran y, entonces, el poeta cantó y ellas dos lo escucharon.
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El poeta enamorado de Clara II
Maritornes pronto soltó la muñeca de Don Quijote. Los cuatro hombres entraron a la posada a buscar a Luis, el poeta, y lo encontraron. Uno de los criados que su padre había enviado lo tomó por el brazo.Mientras Don Quijote veía todo decidió ir a buscar a Cardenio y a Fernando. Por suerte Dorotea puso a Fernando al tanto de lo que ocurría entre Luis y Clara y así él prometió intentar solucionar la situación. Cuando el padre de Clara reconoció al joven, se tranquilizó y lo llevó para que hablaran sólo los dos, entonces Luis le confesó su deseo de casarse con Clara. En ese momento se escucharon gritos en la entrada de la posada, por causa de un par de huéspedes que, aprovechando el desorden provocado por Luis, querían irse sin pagar.
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El encantamiento de la Jaula I
El dueño de la posada se fue a golpes con quienes querían huir sin pagar, Don Quijote no intervino en la pelea, pero finalmente con palabras los persuadió. Luego a la posada llegó al barbero al que Don Quijote le había quitado la vasija que veía como el yelmo de mambrino, este hombre reconoció a Sancho, lo llamó ladrón y comenzaron otra discusión que de nuevo terminó en una gran pelea. Al final el cura convenció a todos sobre la locura del hidalgo y don Fernando pagó por todos los daños causados. Dos días después decidieron dejar la posada, pero acordaron que no seguirían con la historia de la princesa Micomicona, sino que los amigos de Don Quijote lo llevarían de regreso a casa. Así consiguieron una jaula y, mientras nuestro caballero dormía, lo metieron allí. Al despertar sólo pensó que era producto de otro encantamiento.
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El encantamiento de la Jaula II
El cura, disfrazado como todos los demás, le dió unas sentidas palabras al caballero de la triste figura, diciéndole que simplemente lo llevaban a encontrarse con su señora Dulcinea y que su escudero lo acompañaría en todo momento. Sancho al ver a su señor encerrado, le tomó una mano y la besó jurándole que iría a su lado. La dueña de la venta, su hija y Maritornes se despidieron llorando de Don Quijote. De esta forma Cardenio y Luscinda regresaban a su casa, Fernando y Dorotea también, y, Zoraida, Ruy, Clara, su padre y Luis se dirigieron a Sevilla. Todos se abrazaron y prometieron volver a verse algún día.
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El encantamiento de la Jaula III
Con Don Quijote iban: Sancho, sus amigos: el cura y el barbero, y tres ayudantes que el cura había conseguido para que los acompañaran hasta su destino, todos menos el escudero iban disfrazados. Al cabo de un tiempo, se cruzaron con un grupo de sacerdotes que preguntaron la razón para llevar a un hombre enjaulado. Alejándose un poco, el cura y el barbero les explicaron la situación de locura del hidalgo por causa de los libros de caballería. Sancho se dio cuenta de que los amigos de Don Quijote estaban disfrazados y se lo contó a su señor, pero él siguió convencido de que se trataba del encantamiento. Sancho estaba preocupado por su caballero, entonces lo invitó a escaparse con su ayuda.
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El encantamiento de la Jaula IV
Decidieron sentarse a descansar todos juntos en un campo lleno de hierba fresca. Uno de los sacerdotes envió a sus ayudantes a traer comida para todos desde la posada más cercana. Sancho se acercó al cura y le pidió que por favor dejara salir a su señor de la jaula por un rato. Incluso Don Quijote prometió no hacer nada malo. Libre, saludó a su Rocinante y sentándose cerca de los sacerdotes comenzó a hablar con ellos, todos quedaron admirados de su lucidez en general y no podían creer que por temas de caballería, él perdiera la cordura. Luego, estuvieron discutiendo acerca de historias de verdaderos caballeros y de las falsas como la de El Amadís de Gaula. Varios argumentos iban y venían hasta que llegó la comida y, sentados bajo la sombra de los árboles, todos compartieron los alimentos.
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La deshonra de Leandra
De repente entre los matorrales apareció una cabra y detrás de ella su pastor, a quien invitaron a sentarse con ellos. El pastor aceptó y como ya era costumbre les contó su historia: se llamaba Eugenio y era de una villa cercana donde vivía una joven bellísima llamada Leandra, de quien él y su amigo Anselmo estaban enamorados. Al pueblo llegó Vicente, un soldado galante y poeta, quien tocaba la guitarra y cantaba, y quien con tantas virtudes, enamoró a Leandra y se fugó con ella una noche. Sin embargo, resultó ser un estafador y a la joven la encontraron días después sola encerrada en una cueva. Lleno de vergüenza el padre de Leandra la envió a un monasterio. Eugenio y Anselmo se internaron en estas tierras convirtiéndose en pastores para olvidarla. Don Quijote insinuó que él podía ir a buscar a la joven para entregársela y que se casara con ella, ante esto, Eugenio le dijo que estaba loco, y de nuevo inició una pelea. Hubo golpes mutuos hasta que el sonido de una trompeta los separó.
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Don Quijote es golpeado
Era un grupo de personas creyentes cubiertas de pies a cabeza que llevaban una imagen de la Virgen María, se dirigían a una capilla y estaban haciendo oraciones para que lloviera. En la mente creativa de Don Quijote, esto era una nueva aventura, pues se trataba de un grupo de gente bandida que llevaban secuestrada y cubierta a una gran dama y sólo a él le correspondía rescatarla. Así que, pidiendo su espada a Sancho, El caballero salió a todo galope sobre Rocinante y se ubicó frente a la procesión diciendo:
“Liberen a esa hermosa señora, cuyas lágrimas y triste semblante dan claras muestras que la llevan contra su voluntad.”
Todos los que lo escucharon inmediatamente supieron que estaba loco y empezaron a reírse a carcajadas. Esto enfureció al hidalgo y, como era ya costumbre, se lanzó a atacarlos, con tan mala suerte, que uno de ellos sabía muy bien defenderse, tomó su bastón astillado que había quedado roto por la espada de Don Quijote y, con un sólo fuerte y certero golpe sobre el hombro del de la triste figura, envió al suelo tanto al caballo como al caballero.
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Don Quijote inconsciente
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Don Quijote regresa a casa
Y siguiendo sus instrucciones, Sancho ayudó a Don Quijote a subir al carruaje, ambos acordaron que ya vendría otra aventura y con ella la oportunidad de conquistar los reinos soñados, por ahora, había que descansar y recuperarse. El cura, el barbero, Rocinante, Sancho y los ayudantes, continuaron su camino a casa, seis días le tomó llegar a la aldea. ¡Qué alegría para el ama de llaves y la sobrina del hidalgo al verlo de nuevo! Quienes después de maldecir los libros de caballería, salieron a recibirlo y atenderlo. el cura y el barbero les advirtieron que por favor no lo dejaran escapar de nuevo. Juana, la esposa de Sancho también llegó a abrazarlo y él le prometió que cuando volviera a salir como escudero de su caballero, volvería hecho un conde o un gobernador. Y así termina la primera parte del ingenioso hidalgo: Don Quijote de la Mancha.
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La primera salida de Don Quijote (copia)
Poco tiempo después en un caluroso día de Julio, ‘Don Quijote’ subió sobre Rocinante, tomó su lanza, su armas y salió de su casa antes que llegara la mañana.
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Lo asaltó un pensamiento terrible, pues no era armado oficialmente caballero, se propuso entonces pedirselo al primero que se cruzara en su camino.
Iba sobre su corcel hablando sólo en voz alta e imaginando cuántos libros serían escritos en su nombre contando todas sus hazañas.
Entrada la noche, cansado y con hambre vio a lo lejos del camino una posada hacia donde se dirigió.